La armonía es la protagonista.

Disfrutar con todos los sentidos de los colores, los aromas y el entorno de un menú, siempre es una aventura y la elección de la bebida es todo un desafío.

Compartir la nota

Por Verónica Gurisatti, sommelier.

 

Del mismo modo en que uno no va todos los días a la ópera, ni lee todas las noches a un gran escritor, tampoco comemos todos los días platos muy elaborados. Pero por más simple que sea, disfrutar con todos los sentidos de los colores, los aromas y el entorno de un menú, siempre es una aventura y la elección de la bebida es todo un desafío.

 

Los espumantes, cavas y champagnes pueden ocasionar una experiencia sublime. Los complejos aromas de un Brut o un Extra Brut y su combinación de burbujas, frescura y sabor los convierten definitivamente en la bebida ideal para beber como aperitivo por su cualidad de abrir el apetito.

 

Las ensaladas, los mariscos y los pescados multiplican su sabor con blancos frescos y aromáticos como el Chardonnay, por su sabor directo y delicado. La frescura y el moderado contenido de alcohol también son importantes, pero lo fundamental es que sean equilibrados y frutados.

 

La intensidad del sabor exige vinos de igual carácter que realcen el sabor del plato sin llegar a saturar. Pueden ser tintos o blancos criados en madera, pero no espesos ni concentrados sino más bien sedosos y aterciopelados que equilibren el contrapeso y la sintonía de aromas sin exagerar.

 

Las frutas secas multiplican su sabor acompañadas de vinos dulces y secos. Ya sean tostadas, picantes o saladas, almendras, castañas o avellanas, son excelentes compañeras de grandes vinos. Como son ricas en lípidos, pobres en agua y muy energéticas, exigen vinos de igual carácter y presencia.

 

El chocolate se disfruta doblemente con una generosa copa Oporto ya que intensifica su inigualable sabor. Para los bombones, lo mejor es inclinarse por un whisky, por sus profundos aromas especiados, cuerpo sedoso y ligera viscosidad. Una combinación que no desentona en absoluto.

 

Tampoco es estrictamente necesario acompañar todo lo dulce con vinos igualmente dulces, muchas veces resulta una unión empalagosa y anula la combinación. Un contraste puede resultar agradable pero por lo general siempre es mejor la armonía.

 

Con qué comidas acompañarlos:

El Ruca Malén Chardonnay 2009 es ideal para acompañar ensaladas de estación, huevos con caviar, langostinos, pulpo a la gallega o mejillones a la provenzal. También ravioles de centolla, atún rojo con wasabi, lenguado a la plancha con terrina de espinacas y Cammembert con peras caramelizadas.

 

El Accuro Malbec 2009 se disfruta mucho más con un carpaccio de lomo y tomates confitados, pimientos ahumados, agnollottis de ossobuco, capellettis de calabaza o sándwiches de chorizo. También con brochette de pollo, ojo de bife con papas, lomo a la mostaza o queso pepato con nueces tostadas.

 

El Cristóbal 1492 Oak Reserve Shiraz 2008 acompaña con delicadeza queso crottin con avellanas, cordero marinado con romero o entrec’te de novillo con ajos dulces en su jugo. También ciervo patagónico con salsa de frutos rojos, medallón de lomo con rag’ut de hongos y bife de chorizo con batatas crocantes.