Syrah, emblema de La Anita.

Entrevista a Manuel Mas, propietario de Bodega Finca La Anita.

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Por Verónica Gurisatti, sommelier.

 

Puntual y con una copa de champagne nos estaba esperando Manuel Mas en el Grill del Plaza Hotel para la entrevista de BonVivir. Manuel no es un bodeguero más. Es un hombre culto, sensible, cálido y creativo, amante del arte, de la buena vida, de los viajes y por supuesto de los vinos de calidad. Es ingeniero químico, nació en Mendoza, vivió en Inglaterra en los “60 y luego se instaló en Buenos Aires donde dirige la bodega familiar desde hace más de 18 años.

 

Finca La Anita fue una de las primeras bodegas argentinas en hacer vino de alta gama en cantidades limitadas en la década del “90 y sus vinos son sinónimo de refinamiento hasta hoy. Con los años se fue consolidando como una de las marcas con más personalidad del mercado nacional y hace un mes presentaron a la nueva enóloga Soledad Vargas, quien bajo la asesoría de la reconocida Susana Balbo, le imprime a los vinos una cuota de modernidad.

 

¿Cuándo comenzó a dedicarse al vino?
Yo tenía 70 hectáreas en Alto Agrelo, Mendoza, y llamé a mi hermano Antonio, que es ingeniero agrónomo y vivía en Río Negro, para hacerse cargo del proyecto y de la finca e inmediatamente se sumó y así nació Finca La Anita en 1992. Pero el año pasado él empezó un proyecto nuevo con su hijo y decidí contratar a la joven enóloga Soledad Vargas y a Susana Balbo como asesora.

 

¿Cuál es el estilo de sus vinos?
Mis vinos son modernos pero apoyados en el clasisismo argentino. No son vinos sangrados, ni maderizados, ni sobreconcentrados, porque para mí lo más importante es la bebibilidad. El color y el aroma son aditamentos. Que pida otra copa y sea fácil de tomar es algo fundamental.

 

¿El gusto del consumidor está cambiando?
Sí, después de un pico de modernidad, de vinos muy apretados, muy sangrados, muy amaderados, se está volviendo a los vinos más tradicionales, más blandos, más bebibles y menos impactantes tanto en la Argentina como en el mundo.

 

¿Qué tiene el Luna Syrah que no tengan otros vinos?
El Syrah ha sido el emblema de Finca La Anita desde nuestro nacimiento. Proviene de un parral muy antiguo y es un vino muy aterciopelado y exótico, pero lo más importante es que es rico, de buen color, aroma y sabor, muy bebible y nada astringente. Es una variedad que te remonta al Asia Menor, ya que el Syrah fue el último vino que bebió Cristo en la última cena.

 

¿Cuántas botellas elaboran al año, cuántas exportan y qué marcas producen?
Elaboramos 120.000 botellas al año y exportamos el 50% de la producción a EE.UU., Brasil, Inglaterra, España, Perú, Venezuela, Canadá, entre otros. Lo más importante para nosotros es el mercado interno y nuestras marcas son Varúa, Finca La Anita, Luna y Cuarto de Milla.

 

¿Qué opina de los puntajes?
Que es algo que hacen sobre todo para los americanos que son muy ingenuos, ellos necesitan que una película gane un Oscar para que les guste. En cada camada de la facultad sale un medalla de oro, y muchas veces en la vida le va mucho mejor al que estaba en el montón. Nunca mandé vinos a exposiciones ni a ferias y si me dicen alguna cata en particular sí mando, pero estas famosas catas a ciegas no me interesan.

 

¿Cuáles son los objetivos de la bodega?
Mantener el estado actual tanto en la Argentina como en el exterior y nunca bajar la calidad. Hago vinos porque para mí es una satisfacción, empecé hace 18 años y nunca cambié la cantidad de elaboración y no quiero ampliar las viñas ni comprar otra bodega. Hoy, sólo usamos para nuestros vinos un 20% o 30% de la uva que hay en 70 hectáreas cultivadas, el resto lo vendemos a compradores habituales que nos piden Malbec, Syrah o alguna otra variedad.

 

¿Cuál es el gran desafío del vino argentino de hoy?
Hoy el gran desafío del vino argentino es crear un estilo, no proponer tal o cual variedad ni adherirse a modas pasajeras. Así como hay un estilo de vino español, italiano, australiano, americano o francés, debemos encontrar un estilo propio y ser consistentes con la calidad.