Por Verónica Gurisatti
José Peñín es periodista, escritor y uno de los grandes especialistas españoles sobre la vitivinicultura, lleva más de cuarenta años dedicándose a acumular saberes sobre este tema y es reconocido en todo el mundo por su trayectoria. En 1975 fundó uno de los primeros clubes de vinos de España “Cluve” y cinco años después la primera revista de vinos del país “Bouquet”, desde entonces publicó más de veinte libros con el vino como argumento principal entre los que se destacan el “Manual de los vinos españoles”, el “Diccionario Espasa del vino”, el “Atlas de los vinos de España” y la “Historia del vino”. Además, es el creador de la “Guía Peñín de los Vinos de España” considerada como la “Biblia” o el “Vademécum” ya que es la más completa del mercado español, se edita anualmente desde hace veinte años y en la edición 2014 hay más de 10.000 vinos catados.
¿Consulta la Guía Peñín alguna vez?
Sí, a menudo, cada vez que necesito datos sobre un vino, no puedo recordar exactamente todas las cualidades de los diez mil, sólo recuerdo algunos de los que están por encima o muy por debajo del nivel medio.
¿Cuándo fue la última vez?
Esta mañana. La “Guía” es un libro de consulta y yo soy el primero que la necesita. Quería saber la valoración que le di el año pasado al vino que estaba catando porque me parecía que había mejorado con respecto a la última cata y estaba en lo cierto.
¿Alguna vez cambió su opinión sobre un vino?
Generalmente no. Siempre cato con la etiqueta a la vista, porque es la única forma de mantener un criterio realista de la trayectoria de una marca. Para hacer una guía como la nuestra no puedes confiar cien por ciento en los sentidos, porque los sentidos no son perfectos y en la cata a ciegas, que en teoría es mucho más ortodoxa, la intervención de los sentidos y de los estados de ánimo es mucho mayor.
¿Es muy crítico a la hora de juzgar?
Nunca doy una calificación peor a un vino de un plumazo. Siempre le doy otra opción, vuelvo a catarlo para asegurarme. Puede que aquel día en que me pareció que había empeorado, la botella no estuviera en condiciones o fuera yo el que no estaba en las mejores condiciones.
¿Lo llaman los bodegueros para quejarse o agradecerle su clasificación?
Algunos bodegueros me consideran el más veterano de los periodistas y por eso, dicen, me aceptan ciertas críticas que a otros no le aceptarían. Pero sí, algunos se han quejado y he tenido que razonar un poco más mi valoración. En general, las que se quejan son las bodegas pequeñas poco habituadas a que sus vinos sean criticados, bodegueros más locales que sólo recibieron elogios en su entorno y de pronto alguien de afuera les señala alguna deficiencia y, claro, no la aceptan fácilmente.
¿Qué clase de memoria desarrolla un catador profesional?
Mi memoria es muy sensorial, pero necesitas reciclarte constantemente, probar de nuevo, para confirmar tus recuerdos, tu memoria no abarca todos los matices.
¿En qué se diferencia su paladar con el de un aficionado?
En que yo sé describir mejor lo que siento al catar un vino y un aficionado no, pero al final su testimonio es tan válido como el mío.
¿Con qué compararía el placer de un buen vino?
El placer del buen vino está en relación directa con el placer que te produce la compañía en la que lo bebes. Compartir un vino ya es, en sí mismo, una fuente de placer. Y si ese vino produce entusiasmo en los demás, o el mismo entusiasmo que te produce a ti, mejor aún. El vino es un pretexto para descubrir en nosotros los sentidos que menos conocemos, el gusto y el olfato.
¿Qué consejo le daría al consumidor?
Lo que debe hacer un buen bebedor es explorar, porque el vino no es un producto de consumo, es algo más, un vino debe transmitir sensaciones. A un vino no le puedes pedir sólo que sea rico, sino que se le debe exigir que sea diferente, singular. No hay que pedir un vino siempre por la marca, porque sino se está contribuyendo a que muchas marcas no evolucionen porque tienen un mercado asegurado de bebedores fieles que no les van a pedir ningún cambio.
¿De qué trata su último libro?
“Historia del vino” se centra en el papel social y cultural que durante siglos ha jugado el vino en nuestro país, y por extensión, en el mundo. Hoy, nos estamos acostumbrando a leer y profundizar en la parte menos prosaica del vino, en su lado menos pasional, menos espiritual: su elaboración, su cata, su aportación comercial, el mayor o menor número de kilos recogidos en las vendimias o su evolución en los mercados, pero el vino es cultura, es parte de la sociedad, de sus relaciones personales y de su historia.