Por Alejandro Iglesias
Más allá de las explicaciones técnicas y fundamentaciones de los enólogos a la hora de usar o no barrica hay aspectos básicos que explican su vigencia y algunos detalles que siempre es bueno tener claros como los que se cuentan en esta nota que compartimos tiempo atrás. Pero nuevas tendencia en la industria del vino ponen en banquillo de los acusados a las barricas y cualquier derivado del roble. Si te interesa conocer el por qué de la polémica no dejes de leer esta nota.
Cambio de paradigma. Hasta no hace mucho las barricas de roble eran un objeto de deseo para la mayoría de los winemakers. Muchos se enorgullecían al mostrar en sus salas de crianza hileras interminables de estos recipientes que inundaban los recintos de aromas a madera recién lustrada. Sin embargo la tendencia cambió y hoy muchos elaboran vinos con menor influencia del roble o sin uso de madera. Pero antes de continuar hay que dejar algo en claro, el consumidor no se aburrió del roble sino del abuso de esta herramienta en algunos vinos donde era difícil encontrar el sabor del vino. De algún modo la barrica se había convertido en un factor de calidad que el consumidor ponderaba y esto llevo a varios productores a probar con una dosis mayor. Una apuesta para la que pocos conocían cuál era la medida justa hasta que fue tarde.
Un buen vino debe pasar por barrica. Esta frase que parece haber perdido vigencia entre los enólogos aun se escucha de boca de los consumidores. Para la mayoría de los enófilos un vino de calidad debe recibir crianza para sumar a los aromas naturales de la uva tonos ahumados y especiados. Pero atención, el vino no se cría en barricas solo para adquirir aromas complejos sino también para refinar su textura e incluso ganar cuerpo. En por esto último que muchos enólogos aseguran que es indispensable la crianza aunque esto no implique que el vino deba entregar alma al roble.
Nuevas y usadas. Hace unos años a la hora de hablar de barricas la pregunta apuntaba al origen, si francés o americano. Pero ahora la cuestión es saber si se trata de barricas de primero, segundo o tercer uso. ¿Cuál es la diferencia aquí? Las barricas en su primer uso aportan más atributos al vino por lo que se destinan a los vinos más briosos e intensos. En su segundo uso el aporte es menor y en el tercer colaboran exclusivamente a la microxigenación durante la crianza. Es por esto que los profesionales que se reúsan a abandonar el roble recurren a barricas viejas para mantener intacta la expresión del terroir y el varietal. Hay que destacar que en todas sus instancias las barricas son útiles para la elaboración y nunca la calidad de un vino se debe medir solo por la edad de la madera o el tipo de crianza recibido. Es el resultado final del proceso lo que se debe poner bajo la lupa.
El tamaño es clave. Si bien las barricas más populares son las bordelesas de 225 litros existen muchos otros recipientes de roble para criar vino. Incluso los de mayor tamaño parecen ser los ideales para lograr una buena crianza con menor interferencia de los aromas y sabores de la madera. Por ejemplo, cada vez se ven más barricas de 300 litros y cubas de 500 mientras algunos se toman el trabajo de rescatar antiguos toneles con más de mil litros de capacidad. La explicación radica en que a mayor volumen es menor la relación de la superficie en contacto con la madera. Por lo tanto se puede mantener el vino durante mucho tiempo sin que se desvirtúe la expresión.
Como se suele decir, en la vitivinicultura todas las variantes son importantes y nunca un solo factor define la calidad. De todos modos los mas entretenido del mundo del vino es que hay opciones para todos los paladares incluso en épocas donde las tendencias atentan contra las preferencias de muchos.