En el mundo existen miles de cepas de vid, algunas aptas para la vinificación y otras no tanto. Como sabemos, son las de la familia vitis vinífera las que ofrecen los mejores resultados a la hora de la vinificación aunque no todas son perfectas. Básicamente por que cada variedad o varietal poseen su propio perfil además de necesidades. Es decir, no todas las cepas se adaptan a las mismas condiciones y tampoco una misma variedad ofrecerá el mismo estilo de vino ante diferentes condiciones.
Por lo tanto la identificación y clasificación de las variedades son tareas vitales a cargo de los ampelógrafos. Estos profesionales llevan adelante una rama de la botánica cuyo nombre, como muchos otros, deriva de dos términos griegos: ampelo = vid, grapos = escritura.
La ampelografía hoy se nutre primero del material de estudio, la vid con sus racimos y hojas, para estudiar la morfología de manera sistemática a fin de establecer un registro que permite en primer lugar constata si el material en estudio ya ha sido registrado o documentado, posteriormente se realizan análisis genéticos ya que cada variedad cuenta con un ADN diferencial.
Es decir, cada varietal tiene una morfología propia que la diferencia del resto. Esto involucra a la forma, disposición y tamaño del racimo y de sus bayas además del formato del color, textura y disposición de las hojas y nervaduras. De este modo, un ampelógrafo experto puede diferencial un varietal de otro con solo observarlo.

Así los ampelógrafos arrojan certeza sobre el origen del material genético encontrado en un viñedo y cuales son las mejores condiciones para su cultivo como también cuáles serian las mejores practicas y técnicas de manejo.
Desde mediado del siglo pasado esta especialización de la botánica avanzó de manera notable gracias a la tecnología de modo que se pudieron recuperar e identificar muchas variedades que se creían extintas. En este sentido el Nuevo Mundo fue escenario muy activo ya que muchas cepas cultivadas por inmigrantes no habían sido identificadas de manera correcta. Por ejemplo, en Argentina algunos casos famosos fueron el del Malbec y la Bonarda o en Chile el Carmenere. Estas cepas por años confundidas por otras o rebautizadas por los inmigrantes y criollos recuperaron su identidad gracias a la labor de los ampelógrafos que realizaron los censos vitivinícolas a fin de ofrecer la mayor información posible a los ingenieros agrónomos.

Un antiguo varietal se suma a los viñedos locales. Entre los tantos trabajos y controles que deben realizar estos expertos esta el de constatar la identidad de un varietal cuando un bodega desea introducirlo al país. Este paso busca asegurarla sanidad del material introducido para no poner en riesgo al resto de la vides. Justamente, en los últimos meses el Instituto Nacional de Vitivinicultura autorizó la utilización de Cassavecchia, un antiguo varietal italiano originario de Campania, con no más de 100 hectáreas en el viejo continente. Introducido en 2006 por Doña Paula, este varietal cuenta con condiciones ideales para el cultivo en suelo mendocino pero llevó un largo trabajo lograr que finalmente el organismo nacional lo incorpore al listado de varietales autorizados.