Las descripciones de los vinos suelen estar siempre enfocadas en los descriptores aromáticos y en los sabores del vino. De modo que leemos cuáles son las familias aromáticas presentes, algunos descriptores específicos y relevantes como los vinculados con la crianza y luego las sensaciones que el vino despierta en el paladar. Estas sensaciones están ligadas generalmente a la reacción ante los estímulos dulce, amargo, acido y a veces salado pero los cierto es que el tacto es otro factor determinante que lógicamente se aprecia en nuestra boca a partir de los siguientes sensaciones:
Temperatura. Este atributo es solo posible de apreciar en paladar y de acuerdo a su condición beneficia o perjudica al vino. Por ejemplo, un tinto muy frío siempre sabe más astringente que otro a temperatura adecuada mientras que un blanco caliente se percibe incómodamente ácido.
Cuerpo y peso. El caudal del vino solo puede apreciarse de manera táctil pudiéndose describir un vino como estructurado cuando es de mucho pero e intensidad o bien delgado cuando fluye ligero. Ahora bien, estos atributos y su evolución dependerán del vino en cuestión de acuerdo al varietal que lo componga, el proceso de elaboración y el origen.
Calidez y frescura. Estos atributos están relacionados a los sabores básicos del vino y su comportamiento. En el caso de la frescura se trata de la manera en que la acidez estimula el paladar, ahora bien, si dicha a acidez no esta integrada al vino podrá ser punzante mientras que si es balanceada producirá una sensación refrescante que además compensa otras expresiones. En cuanto a la calidez, esto dependerá del volumen alcohólico y como este se integra al vino. El alcohol es parte del carácter del vino y dependerá de la región o la vinificación su contenido que si no esta integrado produce un efecto cálido y hasta punzante en boca,
Textura y untuosidad. Esta sensación táctil del vino se aprecia principalmente sobre la superficie de la lengua de acuerdo al contenido de glicerina, azúcares, polisacáridos y ácidos del vino. Es por lo general una sensación agradable aunque como todo debe estar compensada con otras expresiones como la acidez ya que un vino muy untuoso o graso puede quedar invasivo o plano.
Astringencia. Ligada directamente a los taninos del vino esta sensación puede ser placentera, tolerable o desagradable. Se produce como efecto de los taninos y otros polifenoles que logran coagular la saliva de modo que se produce una sensación de sequedad en paladar. Si los taninos son armónicos o redondos percibiremos cierta firmeza del vino en final de boca sin ninguna incomodidad mientras que si no son taninos maduros su intensidad puede generar una sequedad incómoda. Aquí se presenta el interrogante acerca de si son taninos que pueden redondearse o no en botella ya que en la juventud todos los vinos tintos presentan taninos reactivos.
Efervescencia. Quizás uno de los más simples de identificar ya que se relaciona con la presencia de gas carbónico en el vino. Pero atención, no solo los vinos espumosos ofrecen esta sensación, en muchas ocasiones una mínima cuota de carbónico perceptible por el paladar es necesaria para realzar la frescura de un vino de modo que puede ser utilizada intencionalmente mientras que en otras ocasiones, innecesariamente, se encuentra como producto de una segunda fermentación en botella que bien puede ser accidental. De modo que esta sensación nos permite definir si un atributo es o no positivo para el vino. Los catadores suelen mencionar este efecto como petillant.
La importancia del tacto. A pesar que es un de los atributos del vino que menos se destaca, las sensaciones táctiles son indispensables para concluir acerca de la calidad o preferencias. Junto a los aromas y sabores, estas sensaciones dan lugar al llamado flavor del vino un término que justamente permite expresar una conclusión a partir de estas tres instancias de análisis.