Michelini es uno de los apellidos más reconocidos en la vitivinicultura argentina y entre los enófilos curiosos e inquietos. Encabezada por Gerardo, Matías y Juan Pablo, esta familia representa una rama de la enología local que en cada vendimia desafía estereotipos en busca de vinos con personalidad a partir de sus modos de ver y sentir la vitivinicultura.
Gerardo desde hace unos años impulsa junto a su esposa, la winemaker Andrea Mufatto, Gen del Alma, una pequeña bodega donde elaboran vinos con una visión simple de la vitivinicultura, mínima intervención y muchos sentido de lugar. Con el foco en Tupungato, región del Valle de Uco donde pasan sus días, hace un año iniciaron un nuevo proyecto, Michelini i Mufatto donde junto a uno de sus hijos comenzaron a elaborar vinos que recuperar los sabores y técnicas más tradicionales del mundo vínico. Junto a ellos trabajamos a fines de 2018 en la definición del Singular de Abril, un vino que derivó en charlas que permitieron conocer mejor la filosofía de trabajo de esta familia del vino.
Gerardo, ¿cómo comienza Michelini i Mufatto?
Michelini i Mufatto nace de la unión de dos personas, Andrea y yo. Estamos casados hace 25 años y esto los entendemos como mucho más que una suma, es una vida juntos, una vida de anhelos, una vida entera dando vida!
La “i” es un nexo de unión donde se involucran también los hijos, donde nuestro hijo mayor, Manu, es parte importante de esta bodega.
¿Cuál es la filosofía de trabajo en este nuevo proyecto?
Queremos hacer vinos que representen lugares, personas y climas pero desde nuestra mirada, que es parcial y condicionada a nuestras vivencias, forma de ver los vinos y especialmente la vida.
¿Qué lugares serían?
Los lugares que elegimos tienen que tener algo que nos movilice, su altura, su suelo, la gente, sus perfumes, su paisaje, todo contribuye a que elijamos un lugar. En Mendoza, principalmente Tupungato, donde decidimos vivir, criar a nuestros hijos y afincarnos. Desde La Cautiva, uno de los puntos más elevados de Gualtallary hasta El Peral, San José, Villa Bastias y La Carrera. Un lugar con mucha energía, fuerza y personas maravillosas.
También iniciamos un proyecto en algo en Bierzo (España) que nos entrega una cultura milenaria de hacer vinos, donde cada persona del lugar recuerda cómo han sido las añadas, como sus padres y abuelos hacia vendimia.
¿Cómo definen el estilo de vinos que elaboran juntos?
Son muy personales, pero si tuviéramos que definir qué nos moviliza, sería hacer vinos finos y serios, con marcado sentido del lugar de donde provienen las viñas. Vinos que desafíen al tiempo y a los tiempos. Vinos como los que se elaboraron históricamente, comprometidos con el viñedo pero también con la cultura del terroir.
Este mes presentamos Tierra de Lechuzas como el vino Singular para el cuál trabajamos en conjunto, ¿Cuáles son las características e historia de este vino?
Tierra de Lechuzas es justamente una interpretación de un lugar, esta es una viña maravillosa que está en El Peral, Valle de Uco, llamada La Florita, perteneciente a la familia Badaloni. Esta viña con vides viejas nos da una increíble sensación de frescura y de aromas a flores. También nos entusiasma el Syrah que ella posee pues la combinación de la variedad y el lugar nos da un vino con un atrapante aroma a flores y una hermosa y sutil boca. Es un vino con el que además buscamos rescatar y poner en valor viñedos marginados ya sea por las cepas o diferentes motivos que hicieron que por mucho tiempo miremos para otro lado. Estos viñedos nos demuestra lo noble que es la vid que siempre está para cuando la necesitamos.
¿Qué proyectos tienen para 2019?
Este año el foco es interpretar la añada así como viene, con frescura, con mucha sanidad en las uvas y poder tener fuerzas para seguir siempre soñando y mejorando. Solo sabemos trabajar con una mano en el pulso del tiempo y el oído en el corazón de Dios.