Hablar de vino en Argentina es algo tan cotidiano como hacerlo de fútbol, política o cuál es la mejor manera de preparar un asado. Como en casi todo las áreas, los argentino nos consideramos expertos también en vinos con la fortuna de no estar tan equivocados.
Basta repasar nuestra historia para notar que desde la llegada de los primeros europeos a la región la actividad vitivinícola fue una de las primeras en consolidarse. A pesar que somos parte del Nuevo Mundo del vino, el cultivo de la vid para la vinificación de sus frutos en nuestro país data de 1551, momento en que se funda Santiago del Estero, primera ciudad del país. Desde entonces, los diferentes exploradores y pobladores se empeñaron en buscar las mejores locaciones para perfeccionar el cultivo.
De todos modos, la organización definitiva de la vitivinicultura fue a mediados del siglo XIX desde que Michel Pouguet introdujo las primeras cepas europeas al país y colaboró con los productores locales para el perfeccionamiento de su trabajo. A partir de ese instante la se aceleró el perfeccionamiento del cultivo y la producción de vinos de calidad. Ese impulso llevó a la Argentina a convertirse en una de las potencias vínicas del mundo y en uno de los países con mayor consumo. A fin de cuentas, el vino era parte indispensable de la dieta local que seguía las pautas italianas y españolas principalmente.
Pero la actividad vitivinícola tal como la conocemos se afianza a partir de la década de 1990 con la segunda revolución vitivinícola que alinea a las bodegas en la búsqueda de vinos de mayor calidad que a la vez nos abrieron las puertas del mundo. Este último envión finalmente ubicó al país como el cuarto principal productor mundial dando cuenta de la importancia del vino en nuestra cultura. Por esto mismo, en 2010, se impulsa el proyecto de ley que termina estableciendo el 24 de noviembre al vino como nuestra Bebida Nacional. Para sorpresa de muchos, esta iniciativa, inédita a nivel global, convierte a Argentina en el primer país vitivinícola en considerar al vino entre sus atributos principales además que un alimento.
Entre los aspectos que se destacaron para implementar esta medida, se consideró que entre los países del nuevo mundo, Argentina tiene el mayor nivel de consumo interno de sus vinos mientras que exporta apena el 25% de su producción.
Con 22 litros per cápita de consumo anual, el país se ubica 9° en el ranking de consumo mientras que Buenos Aires es la segunda ciudad del mundo con mayor consumo de vino luego de Paris.
Las 201.000 hectáreas cultivadas con vides nos ubican en el séptimo puesto mundial como el principal viñedo del hemisferio sur.
A todo lo mencionado hay que destacar que somos el décimo principal exportador y que gracias a una calidad en constante aumento, los vinos argentinos ya son considerados entre los mejores del mundo por la critica internacional y muy valorados por los consumidores en los principales mercados.
Por esto, y todo lo que nos gustan nuestros grandes tintos, blancos, rosados y espumosos es que durante el mes de noviembre proponemos celebrar a nuestros vinos de la manera que mejor sabemos hacerlo: compartiéndolo. Sumate este mes a nuestra iniciativa del mes del Vino Argentino y contanos cuáles son tus favoritos.