Cómo distinguir los aromas del vino

Cada copa encierra millones de moléculas y componentes aromáticos que nuestro olfato puede identificar. Pero cómo lograrlo es el asunto.

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Cada vez que acercamos nuestra nariz a una copa se abre un mundo aromático que nos permiten comprender qué estamos por beber. Pero dependerá de cada uno de nosotros procesar esos aromas para convertirlos en información y así saber qué tipo de vino tenemos frente.

 

Todas esas moléculas volátiles que ingresan por nuestras fosas nasales funcionan como datos que nuestro cerebro procesará e identificará siempre que tenga modo de reconocerlos.

 

Para resumir cómo funciona nuestro olfato, podemos decir que las moléculas odorantes llegaran a nuestros receptores del olfato para ser procesadas por el bulbo nasal. Ahora bien, hasta ahí podrán llegar por las fosas nasales o por el retrogusto, si, por nuestro paladar.

 

Estas moléculas volátiles estimularan a los receptores y estos al cerebro que bien identificará el aroma o lo almacenará como un nuevo dato a identificar. En este momento nuestra práctica y memoria son clave por lo que es importante acumular tantos descriptores como nos sea posible.

 

A fin de cuentas tenemos la aptitud de recibir miles de estímulos odorantes pero una capacidad limitada para recordarlos que con entrenamiento puede aumentar. ¿cómo hacemos?

 

La primera herramienta que debemos tener a mano, o una de las más útiles es la famosa rueda de aromas que agrupa a los descriptores en familias en una dinámica de general a particular. Con este gráfico podemos oler cualquier vino y usarla de guía para procesar cada uno de los aromas.

 

Otras herramientas útiles son los kits de aromas como Le Nez du vin o Spiritu que se trata de esencias aromáticas con las que se puede ejercitar el olfato y matchear aquellos que nos cuesta identificar gracias a fichas que nos explican a que familia y descriptor pertenece como así también en qué vino podemos encontrarla.

 

Pero también podemos comenzar a entrenar con todos aquellos aromas que tenemos en casa y a mano, una forma de hacerlo es organizando nuestro propio kit de aromas. Para esto existen algunos, fáciles de encontrar, que no debemos de considerar.

 

Agrupémoslos y pensemos en que vinos lo vamos a encontrar:

 

Flores: son tan comunes en blancos como en tintos y tener algunas flores frescas no es tan complicado. Las que más nos van a ayudar son jazmín, lavanda, rosas, violetas, flor de azahar y otras como la flor de tilo, manzanilla y acacia. Incluso tener flores secas también nos servirán para entrenar ya que mantienen su esencia. Hay que ser cuidadosos con los aromas artificiales de éstas ya que nunca en un vino vamos a apreciar la lavanda como en un perfume de ambiente.

Rosas blancas encontraremos en el Chardonnay, jazmín en el Torrontés, azahar en el Sauvignon Blanc mientras que lavanda y violetas son de más del Malbec, las rosas rojas del Pinot Noir.

 

Frutas: la familia frutal es la mas extensa y presente en los vinos. Debemos dividirla primero en cítricos, frutos verdes, de carozo, tropicales, rojas y negras para después pensar en su madurez. Idealmente tener a mano para practicar siempre naranjas, lima, mandarina, duraznos, mango, ananá, banana, melón, manzanas y peras, todos estos aromas habituales en los blancos. Luego los frutos rojos como ciruelas, frutillas, cerezas, arándanos y los negros como moras, cassis y guindas son más presentes en los tintos.

Además suma considerar los higos, las uvas frescas y pasas además de las mermeladas o jaleas de frutos del bosque para identificar los aromas más maduros posibles.

 

Hierbas aromáticas: quizás esta sea una de las familias más fáciles de conseguir ya que ramas de romero, tomillo, laurel, orégano, ruda, salvia menta, lavanda y hasta frutos de eucalipto suelen encontrarse en cualquier tienda de alimentos. Para este caso vamos a notar que son aromas presentes en blancos y tintos.

 

Especias: las pimientas, comino, vainilla, canela, clavo de olor son en general aromas que provienen de la crianza en roble aunque algunas cepas lo ofrecen de modo natural como el Cabernet con las pimientas.

 

Otros que no podemos dejar de entrenar son la manteca, el pan tostado, los granos de café, el cacao, la miel, jengibre, hongos, tierra húmeda, tabaco y muchos más que tenemos a disponibilidad en la alacena, heladera y en los rincones menos esperados del hogar.

 

Por lo tanto, entrenar nuestro olfato es cuestión de voluntad y atención si es que realmente queremos aprender y conocer mejor los vinos.